Las emociones animales y humanas

¿Tenemos emociones los humanos?

A veces, me sorprende que nos sigamos haciendo esta misma pregunta respecto a los animales. ¿Tienen emociones los animales?

Evidentemente que los humanos tenemos emociones. Y los animales también.

Hoy en día, los avances científicos permiten estudiar las reacciones neurofisiológicas de diferentes especies animales expuestas a distintos estímulos y ya se empiezan a obtener las primeras conclusiones contrastadas científicamente sobre las emociones animales.

A nivel bioquímico, los animales y, nosotros los humanos, tenemos básicamente las mismas respuestas emocionales ante el miedo, la ira, la alegría, la tristeza y cada vez se avanza más en la larga lista de emociones que compartimos.

Hemos tenido que esperar al siglo XXI para “creernos” lo que Pitágoras ya escribió 500 años antes de Cristo, cuando estableció que a los animales y a los humanos nos movían la misma alma, el mismo espíritu, o si lo prefieres, las mismas emociones.

Ha hecho falta la constatación científica para que empezáramos a tomarnos seriamente lo que, uno de los más grandes filósofos y matemáticos, elaboró hace tantísimos siglos.

 

Desde que Descartes en el siglo XVII con sus “Meditaciones”, separó el ser humano del resto de animales, manifestando que a diferencia de nosotros, ellos carecían de alma, los despojó de mente y los declaró incapaces de sufrir o sentir, los convirtió en puros autómatas. Estas teorías abrieron las puertas a una de las etapas más terribles para los animales.

Nada era cruel si se actuaba contra una máquina, contra un autómata incapaz de tener sensación alguna. Aunque aún hoy, una parte de la sociedad sigue considerando a los animales del mismo modo, por suerte, cada vez somos más los que disfrutamos del cariño y afecto que nos proporcionan los animales en nuestra convivencia diaria, porque cada vez hay más gente que entiende y comparte las emociones que sus animales expresan.

Nuestra sociedad, afortunadamente, está evolucionando hacia una nueva forma de coexistencia mucho más respetuosa y solidaria con el resto de formas de vida con las que compartimos nuestro planeta y, gracias a esta forma de entender nuestro entorno, poco a poco haremos de él un lugar más agradable donde vivir.

Pero volvamos a las emociones animales. Los animales son seres puramente emocionales, incluso, mucho más que nosotros.

Sus emociones son el motor de cada una de sus acciones. Si un animal siente alegría, la expresa y si siente miedo o tristeza también.

Ahora bien, que nosotros sepamos apreciar estas expresiones, es otra cuestión.

Podemos percibir claramente emociones en los primates, ya que son seres muy expresivos pero a medida que analizamos especies más distanciadas genéticamente nos va resultando más y más difícil percibir y comprender dichas emociones.

Somos muchos los que distinguimos emociones en los perros, gatos, caballos, es decir, emociones en los animales que suelen convivir con nosotros ya que con el tiempo, aprendemos a leer su lenguaje corporal y su forma de expresarlo.

Todos los que hemos convivido con un perro, un gato o incluso con un hurón, sabemos cuando está contento, enfadado, triste o asustado. Podemos también reconocer cuando un pájaro siente una emoción determinada.

¿Pero qué pasa con los reptiles, los anfibios, los peces? ¿Tienen emociones estos animales?

Está claro que es difícil, por no decir imposible, notar alegría en una serpiente, pero el hecho de que no la percibamos, ¿quiere decir que este animal no siente nada?

Pongamos como ejemplo a un delfín. Sus sistema de comunicación es inimaginable para el ser humano. Son mamíferos como nosotros, pero viven en un medio muy distinto, tienen capacidad de desplazarse y moverse en grandes volúmenes de agua, se pueden comunicar a grandes distancias.

Tienen un sentido altamente desarrollado de ecolocalización, como nuestros sonars, con el cual, son capaces de “ver” a través de los sonidos que ellos mismos emiten.

Poseen una compleja comunicación social a través de sonidos, y lenguaje corporal, que el hombre no ha sido capaz de entender y quizás nunca lo logre, pues la realidad de los delfines es muy diferente a la nuestra.

Sí hay algo que nos separa del resto de los animales es nuestra percepción del mundo; tenemos percepciones distintas porque nuestros sentidos no son exactamente iguales a los suyos. Vivimos realidades distintas, ya que nuestra capacidad de comunicación a través del habla, nos ha permitido crear y transmitir conocimientos generación tras generación. Nuestra concepción del tiempo como pasado, presente y futuro nos ha llevado a nuestra propia realidad. Una realidad que nada tiene que ver con la de los animales.

Así mismo la capacidad que tenemos para razonar también nos diferencia de los animales. Poseemos la facultad de filtrar, analizar y bloquear la expresión de nuestras emociones. Es decir, podemos gestionar nuestros sentimientos.

Somos capaces de reír aún estando enfadados, incluso de llorar sin sentir tristeza y también podemos bloquear nuestros enfados para que otro no se de cuenta de nuestro estado anímico.

Un perro ladra como expresión de sus emociones. Ladrará con diferentes tonos y frecuencias, dependiendo si está enfadado o si está triste o si por el contrario está contento o asustado. Pero nunca será capaz de distorsionar ninguna de sus emociones animales.

Nosotros, en cambio, producimos a diario bloqueos emocionales, incluso de forma automática aunque con ello perjudiquemos seriamente nuestra salud.

Los mismos avances científicos que nos han permitido conocer tanto de las emociones, así nos lo indican. La psiconeuroinmunología es una ciencia reciente que estudia la relación del estrés con nuestra salud. Esta ciencia nos demuestra que los bloqueos emocionales incrementan nuestro estrés, con lo que la salud se ve afectada a largo plazo.

Obstaculizar nuestra expresividad sincera nos produce ansiedad, angustia…, en definitiva estrés. Por desgracia, sin darnos cuenta, hemos traído a los animales a nuestra propia realidad, y les enseñamos a bloquear sus emociones igual que nosotros bloqueamos las nuestras.

Normalmente nos molesta el ladrido continuado de un perro, no nos preguntamos el motivo de dicho ladrido, simplemente deseamos evitar que ladre y le enseñamos a no hacerlo. Pero los motivos para que un perro ladre, tienen siempre un origen emocional, los ladridos no son más que una forma de expresar cómo se sienten.

Hacer que un perro contenga su ladrido aunque tenga miedo o esté asustado o simplemente nos quiera mostrar su alegría, provoca en él un bloqueo que le causa un estrés desmesurado. Este estrés a la larga, al igual que a nosotros, lo acabará enfermando.

Éste es sólo un pequeño ejemplo de la importancia de gestionar correctamente las emociones en los animales, y sobre todo en los animales que conviven con nosotros y que se ven influenciados por nuestros estados emocionales.

Nuestros animales siempre han sido educados a través del conductismo, es decir desde la observación y modificación de la conducta, mediante refuerzos o castigos. Hoy por hoy esto está cambiando.

Sólo seremos capaces de mejorar su conducta si dedicamos todo nuestro esfuerzo en estudiar, entender y tratar la carga emocional de cada una de sus expresiones. Además educándolos de esta forma, mejoraremos también su salud porque reduciremos su estrés.

De ahí la importancia de la unión cada vez mayor de la veterinaria y la psicología, trabajando conjuntamente con una única finalidad, para que nuestros animales estén totalmente sanos.

La comprensión de las emociones animales es la llave para el bienestar, la única forma posible para llegar a la convivencia perfecta entre distintas especies, con realidades diferentes, que por fin podemos llegar a entender.

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